Para comprender la historia del Monasterio de Sant Jeroni de Cotalba, es necesario retrotraerse hasta mediados del siglo XIV, cuando un grupo de eremitas asentados en la plana de Xàbia, fundan en 1374 un cenobio Jerónimo, para ello visitaron al Papa Gregorio XI, quien autorizó la creación de éste monasterio.

Esta fundación fue auspiciada por Don Alfonso de Aragón, duque de Gandía y marqués de Dénia, nieto del rey Jaime II, quien pasará a la historia con el nombre de Alfons el Vell.

En 1387 este monasterio es asaltado por piratas berberiscos y todos los monjes son secuestrados. El duque Alfonso paga un enorme rescate de 2100 doblones por su vida.

Ante el temor de los monjes por volver a su morada, en 1388 Alfons el Vell compra el lugarejo de Cotalba a los musulmanes que allí vivían y hace donación de este terreno a la comunidad jerónima de Xàbia para que se trasladen a allí.

Será Pere March, padre del poeta Ausiàs March, quien, como mayordomo del duque, sea enviado, según la crónica del Padre Castillo para componer la obra, idearla y disponerla, si bien hoy en día desconocemos si los planos del edificio son realmente de March o si tan solo ejerció como procurador del duque en el transcurso de las obras.

Esta estrecha relación de los March con Cotalba queda manifiesta con la edificación de una capilla en la iglesia y el enterramiento de varios de sus miembros en la misma.

A caballo entre la leyenda y la historia se cree que en el monasterio predicó San Vicente Ferrer, quien ensalzó, en algunos de sus sermones, la figura del santo Jerónimo.

La vitalidad religiosa y espiritual de esta comunidad, se refleja en la fundación, en 1390, de un monasterio en el Valle de Hebrón, en Barcelona, y en la fundación, en 1401, del monasterio de Santa María de la Murta, cerca de Alzira.

En 1424 se produce la donación definitiva de Alfauir y Rafalet de Bonamira, señoríos que, junto con muchas otras donaciones, habían sido legados por Alfons el Vell en su testamento.

A estos señoríos se añadirán el de Orriols, proveniente de la herencia de Pere Orriols en 1475, y el de Tavernes Blanques, adquirido en 1515.

Durante el siglo XVI, San Jerónimo contará con la protección de los duques de Gandia, los Borja, siendo la duquesa María Enríquez la principal protectora del monasterio.

A finales de este siglo, en 1586, el rey Felipe II realiza una visita de varios días acompañado por el heredero y por su querida hija Isabel Clara Eugenia. Una nueva visita real se produce con motivo del enlace de Felipe III con la reina Margarita.

Estas visitas son fiel reflejo de la protección que los monarcas brindaron a la orden jerónima desde sus inicios, especialmente la dinastía de los Austrias.

Anteriormente, también los reyes de Aragón favorecieron a la orden y a San Jerónimo de Cotalba, pues Martín el Humano y Fernando el Católico, realizaron numerosas donaciones y exenciones de impuestos.

A lo largo del siglo XVII, y muy especialmente en el transcurso de la centuria siguiente, se observa una relajación de costumbres entre los miembros de la comunidad; que desemboca en la reforma del gobierno del monasterio en 1743.

Un hecho singular sucede en 1751, cuando, aquejados los monjes por una epidemia, se encomiendan a la Virgen de la Salud de Onil, a la que hacen transportar hasta el mismo monasterio. Tan decisiva en la curación es la intercesión de la virgen para los monjes, que le construyeron una capilla y esta advocación de María se convirtió en la patrona de Rótova.

Esta crisis moral y espiritual es reflejo de la crisis general que sufre el monasterio en el siglo XVIII. A pesar de las mejoras arquitectónicas, la situación económica no es tan próspera como cabría esperar y se recurre al arriendo de censos y primicias.

La crisis dieciochesca afecta a todos los ámbitos monásticos, desde el decaimiento económico hasta el aparato ideológico que mantenía el statu quo con la sociedad.